Llega la hora de la fría alcoba,
del infierno de cuatro paredes
con el incesante aullido del silencio
resonando en el interior del oído,
el abrazo gélido de la
soledad
que ahuyenta el calor del pecho,
que hace mella una llama maltrecha
que sufre tú ausencia,
el anhelo del roce de tú
piel,
la compañía de tú cuerpo entre sabanas,
despedir el último
instante del día
con la dulce caricia que otorga tú
mirada.