Cayó la última gota,
se deshizo todo el hielo,
la botella vacía sobre la mesa,
desbordado el cenicero.
Una noche más en penumbras,
entre orgullo, rencor y olvido,
con el sentir en un puño
para intentar frenar su latido.
La mirada encendida en ira
enfrentado a mí propio reflejo
por una vida sin sentido
malgastada en saciar una sed
que no sosiega el espíritu.
No calma el dolor del pecho
o ayuda a cicatrizar heridas,
ni elimina aquello que a fuego
se grabó en el interior
el día que me acaricio tú mirada,
decidiste besar mí alma,
adueñarte de mí corazón.