No son lágrimas en mi cara,
son las peregrinas del rostro,
las devotas viajeras de la noche,
de la ruta de las estrellas
que transita tierras en la
mejilla
con paso triste y silencioso
desde la ermita del pasado.
No son lágrimas ni llanto,
son un recordatorio sobre la tez,
una marca efímera de vida
de la mirada a la barbilla,
a la muerte sin grito en caída
que recoge susurros de los
labios,
tu nombre del beso en olvido.
No son lágrimas en mis ojos,
son cristales de nostalgia
que hieren, que sangran el alma,
acompañan el estridente lamento,
el arañazo en la pizarra del
recuerdo,
el eco de tu voz en el
pensamiento,
el suspiro eterno... Del corazón.