Desde el
claustro de mí alma
observo
pasar la vida
a través de una angosta ventana,
a través del rabillo del ojo
que mira
esquivo con nostalgia,
ve volar
primaveras
con su
jolgorio de colores,
su fiesta
constante a azahar.
Arder veranos
a orillas
del Guadalquivir
en brazos
del Sol sevillano.
Caer al
suelo otoños
tendiendo
alfombras de pasado,
de historias
sin retorno.
Ve llorar
inviernos
que acompaña en silencio
con llanto
oculto
disfrazado
en el lamento del cielo.
Desde el
claustro de mí alma,
el encierro
de las palabras,
el abandono
del dictado interior,
sólo observo,
malgasto sin
ruido el tiempo
de la tenue
luz de mí existencia
por no
invocar tu recuerdo,
no recurrir
a la flor marchita,
a la tinta
que mana el corazón,
a la musa de
mí vida.