No son las
balas en tu mirada,
los disparos
de luz de estrellas,
ni la onda
expansiva de tu sonrisa
sobre el
bello marco de tus labios,
tampoco tus
juegos con el cabello,
esos que me
tientan con tu cuello
ni el deseo
que me habita por tu piel.
No es tu dulce
hilo de voz,
sonido que
en el aire es melodía,
que es canción en cada palabra,
ni la
belleza innata de tu alma,
esa que
aporta alegría a la vida,
que cautiva,
que enamora,
que
sorprende con naturalidad.
No es nada
de eso lo que me mata,
lo que
desgarra en dolor mi corazón,
fragmenta el
latido del pecho,
aunque muera
por tu imagen, tu alma,
esté a sus pies indiferentes mi vivir,
no, lo que
me mata es la distancia,
que el
horizonte esté entre tú y
yo.