18 de mayo de 2017

Teatro

Prefiero la montaña,
aunque jamás alcance ninguna cima,
aunque nunca llegue a besar la Luna,
a la arena de mil playas
donde nada prevalece entre mareas,
donde las raíces no hacen hogar
con sal para las heridas.
Pero es cosa de gustos
y no una regla que límite la vida,
porque tengo más de una preferencia
que no se cumple
ni ata mis manos en corto bajo el Sol
con el mundo en juego,
con el alma en el teatro improvisado
donde late a diario el corazón.
Que puede estar decorado de cielo
con las estrellas de un cordel
o ser pisadas sin huellas en asfalto
al ritmo cotidiano,
al tiempo entre miradas en hora
tras la máscara de sonrisa sincera
del rostro ausente, lejano y soñador.