22 de mayo de 2017

Dolor

No voy a disimular mis ojos
en brillo, lágrima o curiosidad
ni dejaré de meter la pata entre aciertos
como ignorante con todo que aprender,
con las reglas en constante evolución
y algo de suerte del principiante
si el azar quiere ponerse de mí parte.
Porque juego a diario la vida
como cualquiera que sepa sonreír,
aunque pare de vez en cuando
en el recuerdo entre puestas de Sol
o al filo de la marea en un beso
que arrastre la siguiente ola,
que no llegue siquiera al amanecer.
Con el amor desnudo en el alma
y la verdad escrita a fuego y hierro
donde se puede ver a piel,
para que no se equivoque el pecado
si cree ver un rostro inocente,
un náufrago que solicite auxilio
o un mendigo en busca de mendrugo,
como beato desconocido del dolor
que sembró al paso sin capricho
y vivió de primera mano en corazón.