16 de mayo de 2017

Sin Botella

Cada día es un comienzo,
un nuevo viaje bajo los pies
con el amanecer dispuesto
a una joven aventura del alma,
a la suma de un par de líneas
o un par de simples palabras
que lleve la marea sin botella,
sin dirección, tinta o papel.
Con el cielo abierto a los ojos,
a todas las opciones,
a toda la gama de colores
a través de un cristal sin vidrio
en voluntad constante
por no hundirse en el oleaje,
del cotidiano entre las calles
sin cruzar el camino del sueño
o del beso en deseo del corazón.
Donde el latido suena despierto
en una sonrisa, en una mirada,
que no escatima instantes
ni descuida la alegría del pecho
para seguir ciego ante el miedo
y continuar fiel a la voz interior,
que sabe más que las dudas
o el vértigo que da el imposible,
con el tiempo tras el gatillo
sin oídos a ninguna explicación.
Sin que al mundo le importe
un condenado por su credo
con soga anudada por corbata
y billete de ida al infierno,
según quién vea,
según quién mire
los labios y la luz entre ellos
que puede ser loca, pero sincera.