17 de mayo de 2017

Al Mismísimo

Tengo un sueño de habitación cerrada,
que no sé por donde entró,
entre las cuatro paredes del corazón,
abrigado en las sábanas del latido
como si hubiera nacido en el interior
de su voz,
del eco constante de las verdades
que replican cuál campana en el pecho
al son de la vida,
sin puerta de salida ni deseo de huída
en las líneas fijas de la llama del alma.
Que aún con mil ventanas por viento
sólo baila sin escatimar luz,
ya pase por cerilla frente al universo,
para dar refugio a cualquier ilusión
entre velos en bruma del onírico,
en imagen pincelada por el recuerdo
o en pensamiento fugaz
que despierte la sonrisa en los labios
con la razón en un rincón sin molestar
y la camisa de fuerza por abrochar.
En un mundo de locuras a diario
que no cede por costumbre el paso
si te quedas quieto en el silencio,
donde cualquier palabra es posible
pues vibra consciente el subconsciente,
herido y terco,
aunque mudo de duda o temor,
ciego al Sol y al cielo azul intenso,
y sordo a aquello que suene a ruido
entre el bullicio de calles y avenidas,
del sinsentido acelerado,
del derroche del tiempo por las prisas,
que hace pasar desapercibida la flor
e incluso, a veces, al mismísimo Amor.