9 de mayo de 2017

Sin Miedo

No tengo patria ni familia
ni guardo lealtad más allá del alma
y de la cicatriz de sus heridas,
que importan poco o todo,
cuando caes del cielo
con la fe a trozos.
Pero sigo fiel al sueño de ayer,
que me hacía y me hace
ser feliz en un mundo ausente
con ciudades a la carrera
y bosques a manos de la guillotina.
Porque las verdades no cambian
aunque aprendan trucos nuevos,
o las sentencie juez y verdugo
para que sólo queden por silencio
en una noche sin sueños.
Y hay una verdad,
en el camino bajo mis pies,
que lleva nombre, beso y caricia,
al dorso y en la frente,
para no olvidar, para reverenciar
a la maestra sin escuela
que enseñó a un corazón a latir vida,
que enseñó a vivir una sonrisa
y a un alma a abrir sus alas
sin miedo a su mirada o su palabra.