La Luna sonríe al ocaso
después de pasear ante el Sol
todo el día desde el alba
a cambio de su luz,
de su mirada celestial,
al igual que yo daría el alma
por un segundo, un instante
alegre, feliz de mis labios
después de un día a tu lado,
aunque, por pedir,
pedía a cambio toda una vida
con la felicidad de la mano,
contigo del brazo,
para fortuna de mi corazón,
si no fuera trampa en el trato
o aceptara mentiras el diablo,
porque mi interior es tuyo
y no cobrará ni la voluntad
por conceder mis deseos,
que están en tu poder
y no en mitos...
Pero dejaré leyendas a parte,
pues tú
llevas camino de ser una
al menos para mi
como la mujer,
como la única
que consiguió hacerme sentir.
"La poesía no necesita adeptos, sino amantes" Federico garcía Lorca