Hay que cerrar capítulos y mentiras,
sin saber cuál es cuál,
y seguir con la mirada al frente
sin tener que recordar que advertí
ser tan raro como el viento y su voz,
como el río que no entiende de caudal
con más arrebatos que palabras
y la locura por bandera de la razón.
Aunque dejaré intacta la historia,
la flor, la canción, la escena
de un beso, un abrazo bajo la Luna,
de la mar y su oleaje de caricias.
Pero aún así dirán y hablarán de más
sin saber donde nace la verdad,
donde empieza la fantasía, el sueño
o la decisión que nace en el pecho
sin lógica pero con motivos
entre si y no,
entre el quizás y el que pasó al final
para separar caminos y unir silencios
en algún que otra mirada ausente.
Y seguirá
girando el mundo y dando amaneceres
cada día al despertar, al levantar el Sol
sin pedir permiso al cielo
para dejar las huellas de sus pies,
para sacar a paseo su luz, su sonrisa
y colarse entre nubes, si hace falta,
a la caza de la lluvia, la lágrima
para regalar arcoiris
a los ojos del corazón y de todos
que en el universo disfruten de ver.
