26 de abril de 2017

El Más Alto

Engañar a quién no ve es fácil,
tanto, como decir la verdad.
Y prefiero hablar con una mirada
que no diga una sola palabra
cuando la lengua se sincera
y su voz suena a cuento o novela
con tanto océano entre islas
antes de poder mostrar la realidad,
entre sombras a la palmera,
pero, a veces, me desnudo
en un pensamiento rápido y lento
al son de la marea y la tormenta,
y no discuto con el tiempo
si es experiencia, deseo o sueño.
Como un te quiero espontáneo
en un fogonazo de Sol
ligado al cielo que cruza la mente,
que quién sabe de donde viene,
pero está, presente e inamovible,
aunque bailarín entre horas y ratos,
y puede ser que silencioso
en el grito más alto del corazón,
cuando no tiene ocurrencias
por capricho, destino o reloj
y solamente es latido de amor.