6 de agosto de 2017

Manadas

Estamos aquí de prestado,
en un mundo 
que no nos pertenece
con nuestro valor, dicen, 
en otros ojos,
en otras manos,
en otra voz,
sin que rece el verdadero sentir
bajo la piel en latido.
Pero jugamos la vida
e inclinamos la balanza,
con el corazón en constante pulso
por ser nosotros mismos
en un camino sin retorno
lleno de piedras y zancadillas,
que inscribe la firma del destino
con la realidad por soga
y los miedos por verdugo,
para tener que añadir, también,
un graderío de ecos
nacidos por mofa de necios,
valientes en rebaño por manada
al acecho de la frágil víctima
de inocencia quebrada
entre los aullidos sin sentido
de las selvas de asfalto.
Mientras, 
los espectadores y la manada
por serpientes sin escrúpulos
devoran su propia cola
en espiral destructiva
justificados por lo inesperado,
por la sorpresa de un silencio,
de una mirada esquiva,
de una habitación en soledad
sin dar más que escusas
a la falta
de humanidad en la humanidad.
Pero no hay perdón
que quite el peso de una vida
ni disculpa a quien ataca 
o pone precio a la sonrisa.