18 de junio de 2017

Torres

Hay torres inexpugnables
con imposible sólo en el nombre
pero con escaleras y ascensor
tras las puertas cerradas,
tras los barrotes de las ventanas
y de los carteles de no pasar.
Así qué
busquemos una forma de entrar,
de acariciar el cielo en la ciudad
y saltar una vez más
al vacío de la libertad en acción
sin límites por el credo social,
por el yugo de la propiedad,
cuando el daño es un vistazo
y la maldad está fuera de la piel.
Porque todo sueño arriesga
una parte inexplicable del alma
que queda a merced del índice,
del susurro lejos del oído
o a golpes directos sobre el rostro,
sin ser vencido en una risa
como respuesta y escarmiento
a quién no apuesta el corazón.
En un mundo sin mayor victoria
que latir constante de ilusión
a cada paso,
aún no quede huella
tras la caminata o la batalla,
tras el velo del tiempo
a manos de viento, lluvia o marea,
en la senda a la intemperie
bajo el beso cálido de la luz del Sol.