12 de junio de 2017

Muelles

El muelle es comienzo y es final,
al margen de la historia en velas
que espera al viento para zarpar
y no
al pasajero indeciso frente al mar,
al polizón con miedo a embarcar
en busca del sueño aventurero
que a diario pide la voz del corazón
con la imaginación cargada
de costas bañadas por el cristal,
de tierras infinitas por descubrir
para unos nuevos y viejos ojos
que saben de guerra y saben de paz,
de sacrificios a cuenta del latido,
vivos por muertos
a la orden del capataz sin cubierta,
del timonel que no sabe de rumbo
o del capitán al ron por sangre.
Mientras el mástil ve el horizonte
y baila la marea al son de la Luna
en vigía insomne de un descuido
para alcanzar el imposible a riesgo,
del alma y su memoria,
tras el catalejo que besa distancias
para orquestar algún encuentro
a orillas de alguna remota isla
o incluso a invención del paisaje.
Con las ciudades a ras de cielo,
a una caricia de las estrellas
entre bosques de nubes
y las calles al dorado bajo el Sol,
donde no llegan los miedos
ni el silencio atrapa ningún te quiero.