21 de noviembre de 2018

Siglo XX

Soy de finales del siglo XX.
De los ochenta.
De esa época desconocida
u olvidada,
hoy por hoy por los jóvenes,
antes de la revolución tecnológica,
donde los toques sonaban a timbre,
donde llamar al amigo
era ir a su balcón
y decir su nombre en un grito,
a lo barrio bajero,
pero con la educación
de no joder la siesta a los vecinos.
Donde se hablaba
de ventana a ventana sin cables
ni WiFi
y lo mensajes
eran secretos bajo la mesa de clase.
Donde la verdad se decía a los ojos,
donde la risa y la lágrima
eran los emoticonos del rostro.
Donde una conversación
era entorno a una mesa
o con pipas en un banco
y la hora para despedirse
la daba el reloj
o la puesta del Sol en la tarde,
no la batería baja
suplicando a pitos que la carguen.
Donde las mujeres iban al baño
para hablar a nuestras espaldas,
para bien o para mal,
y no en nuestra cara por whatsaap.
Donde los recuerdos eran de carrete
y perpetuos
no instantáneos
de borra que no me gusta como salgo.
Donde el mundo era un misterio,
un sueño diario
y no una búsqueda en Google
para escrutar los paisajes
leyendo anónimos comentarios...
De una época
que algo me dice
echarán de menos
algún día
incluso aquellos que no la conocen,
que no han tenido la suerte
de vivir 
sin cadenas para ser humano.