Aún no se había disipado en la brisa
la última campanada del verano
y el otoño empezó a asomar liviano
sin mantos de hojas ni ninguna prisa.
la última campanada del verano
y el otoño empezó a asomar liviano
sin mantos de hojas ni ninguna prisa.
Y entre ocres empezó a recitar misa,
con las nostalgias doradas al piano
sin esperar que llegue el creyente hermano
para dar rienda suelta a su sonrisa.
con las nostalgias doradas al piano
sin esperar que llegue el creyente hermano
para dar rienda suelta a su sonrisa.
Engalanado los vientos de voces,
la campiña de fiestas de cosecha,
los celestes de rojizos migrantes...
De arriba a abajo, de izquierda a derecha,
alzando su mirada con gracia antes
que el invierno usurpe sus colores...