Pero líbrame del recto
que sigue su camino como único...
Del ciego que se sacó los ojos
devoto al paisaje de su religión...
Que dudo
a cada paso en cualquier dirección
y no me quedan bien otros zapatos...
Que la verdad, entre dos, es a medias
y la vida no es una línea recta...
Que el destino
tiene atajos para los pies inquietos
y para el paciente caminos largos
de horizontes en dulce y dorados
o entre rayos bajo la tormenta...
o entre rayos bajo la tormenta...
Y, ¡Por favor, Señor!
Líbrame del recto
que ve su camino como el único...
Que de los malos, ya, me cuido yo...