Me vendí al diablillo antes de llegar
al destino a la sombra del olivo
donde aguardaba mi auténtico amigo
de bolsa indiferente y el alma en paz.
Y acepté la mentira por verdad,
me hice reo cuando nunca lo había sido,
cuando era libre de cualquier delito,
falso mártir, sin dejarme salvar.
E hice el camino con cruz del calvario
bajo el peso agónico del silencio
con la carga extra de martillo y clavos.
Sin conecer de antemano el misterio
del corazón que muere atravesado
y resucita amoroso, aún, en su ánimo.