y ya me aviaré entre muñones.
Puedes sesgar mis brazos
a la altura del hombro
qué vengo del mono
y los pies cuentan si te empeñas.
Aunque puedes responder
y eliminar de la ecuación las piernas,
qué aún podré morder
si te acercas.
Y podrías coser mi boca al silencio,
con el hilo roto,
qué me quedaría la mirada
para contar de mi universo.
Y si me dejaras ciego
me bastaría la serenidad
para exponer
la inmortalidad del sentimiento...