1 de octubre de 2017

Pestañeo

Tuve que aprender a sonreír
con la espinita clavada en el corazón
de verte marchar cada amanecer,
cuando el sueño choca con la realidad
y despiertan los latidos tristes
bajo las sábanas vacías de caricias
en la rutina de mis dedos sin tu piel.
Y sentí, y escuché, y miré mi interior
y aprendí, que no era espina
ni herida desconsolada ni feroz cicatriz
sino semilla, flor, roble y primavera,
el beso de un universo imposible
haciendo añicos la coraza desde dentro
a un parpadeo del Sol...
Contigo... Sin ti... En tu piel... En mi...
Con tu silueta perfilada en mis ojos
para recibir el día creyendo en el Amor,
para sonreír por la grandeza de vivir.
Y seguir con un pie tras otro
hacia donde haya que ir
a encontrar el punto final del principio
del cuento que protagoniza mi alma
como pirata, soñador y enamorado,
como villano, campesino o peregrino,
o mal vendedor de sueños al por mayor,
porque sólo sueño con nosotros dos
al filo de nada con posibilidad de todo,
a una mirada, a un abrazo, a un silencio,
a un te quiero que diga te amo Amor.