la moda del lunático
tras la hora sin agujas
ni hilo entre puntos.
Despertó el sueño
en sábanas de filtro
sin velcro
entre realidad y ficción.
Cayó el telón,
apagaron los focos,
acabó la función
sin escenas de teatro
ni público
en ovación y aplauso
con el Sol como impostor,
saludando al gallinero,
dueño
de la luz en la noche
y la Luna de Nueva,
entre bambalinas,
sin dejarse sentir
siendo la protagonista.
Mientras
latente
la raíz arremete la roca
del corazón petrificado
en busca del resquicio
qué sacie su sed,
que alimente la fe
del mañana
que siempre aparca
para continuar camino
antes que lo ate la realidad
al presente
que vive doce campanadas
antes del fin...