y he perdido
tanto
que duele
el corazón
y grita herido
cómo crío
que pierde el juguete
aunque gane
a su mejor amigo.
Y pienso
sobre el criterio
de cristal
del crédito y el oro,
de la posibilidad
efímera,
frente a la realidad
sin valor,
que cuesta
más adquirir y vivir
que la verdad
tras la peseta
y su único atractivo
de comprar y vender,
de poner precio
y determinar su tasación.
Y reflexiono,
una y otra vez,
sin encontrar resquicio
al atractivo brillante
frente al color
opaco
de la amistad
libre de mala intención.
E intento comprender
que ven
quién entrega el alma
por simple y vil
metal,
sin poder mirar más allá
de media cuarta
ni imaginar
el resto tras el telón
ni en la cabeza
del buen gestor.
Y no puedo,
no puedo entender
el aprecio añadido
a un invento antinatural
qué rige sin sentido
ni conocimiento
el caos sin rey
del vasto universo,
el equilibrio sin dueño
qué hizo florecer
a la humanidad...