Me mentiste
piadosa
cada vez que me decías
que en tu vocabulario no cabía el siempre,
que no creías en nada eterno,
que no hay nada constante
en esta vida de infinitas variables,
porque fuiste tú
quien me enseñó el siempre y lo eterno,
quien anda constante en mi pensamiento,
quien amanece en mis ojos
y en el sabor de mi sonrisa
después de haber dormido
conmigo
en sueños
cada día desde que te conozco.