en el viejo árbol triste
que susurra quejidos
entre sus ramas de otoño
al son del viento...
Ni queda playa
para rellenar relojes
de tanta lágrima
en cuerpo de mareas
contra la antigua costa
del faro errante
que viene, va y parpadea
de baile con la Luna
a la hora de la estrellas...
Ni la llama enciende
su luz
con el morado verdoso
que quema las maldades,
contamina
el aire de los pulmones
y envenena el alma
que de miedo
hace prisionera...
Como tampoco golpea
la voluntad del mazo
ni delira la balanza
que encontró la armonía
para echar un pulso
a la pluma
con el corazón en un puño
de un espíritu inocente
que salva la vida
sin juzgar a la muerte...
Porque el viejo árbol triste
ya no tiene savia
aunque luzca cicatrices
de amor a navaja
con dos iniciales una fecha
y cuatro o cinco
promesas rotas
dentro de un corazón
con más de iconografía
que de verdadera nostalgia...
Y ya
no susurra entre sus ramas
los quejidos del viento
como eco de sus lamentos...
Porque ya no tiene savia
el viejo árbol triste
que sangre su piel
de espinas con olor a rosa
que caminen a su lado
los jardines
del vuelo de mariposas...
En una nueva primavera
de jazmín, margaritas,
pensamientos, amapolas
y violetas...
En una nueva reencarnación
tras el incendio del siglo
con nuevos brotes
que respiran al cielo
sin vergüenza
con paz en la conciencia
bajo el Sol
y frente a los ojos
del universo y sus anexos...