proviene de una era
antigua,
olvidada,
muerta
donde el mundo pertenecía a todos,
mientras hoy
la moneda y su tez abstracta
absorbe la voluntad
del que hace
frente al que paga
y se atribuye el mérito del arquitecto
a la cartera con apellido
que jamás será artista,
por más que acumule
arte
y
solamente sea otro mecenas,
por más créditos que dé,
sin la inquietud llamada vida...